La «pesadilla» del edificio quemado en Cisneros recupera una polémica eterna: el conflicto vecinal

Al menos tres sentencias en Cantabria han condenado a propietarios de viviendas a no poder hacer uso de ellas durante un tiempo

Es el conflicto más viejo del mundo. Y llega a situaciones rocambolescas. Dignas de los consejos de Sun Tzu en ‘El arte de la guerra’. Maquiavélicas, incluso. Que el vecino de un primero se corte las uñas de los pies en la terraza para que le caigan los restos encima a la dueña del bajo con jardín cuando toma el sol. O que ella encienda la barbacoa de vez en cuando para brasear papel de periódico y deleitarse viendo cómo asciende el humo… Es un caso real, de aquí, aunque suene a chiste. Leerlo puede tener hasta gracia. Sufrirlo no. Que se lo digan a los propietarios de los pisos del 24 de Cisneros, en Santander. Su «pesadilla» ha salido a la luz tras el incendio del edificio. El fuego se inició en el entresuelo. «Es un piso de yonquis», explicaba alguien que pasó varias noches durmiendo en los colchones tirados por el suelo de esa planta. Ruidos, suciedad, peleas, consumo de drogas… Los relatos del barrio son espeluznantes. En Cantabria existen, al menos, tres casos en los que un juez ha privado temporalmente a un individuo del uso de su propia vivienda. O sea, que le han echado un tiempo de su casa. Casos extremos y procesos «en los que hay que hilar muy fino». «Hay que tener en cuenta que se trata de privar a alguien de un derecho fundamental». Lo explica Rut García, la abogada y administradora de fincas colegiada que llevó uno de los procesos. «Es algo muy serio». Tensiones en el vecindario. Hay historias como para un libro. La de las uñas, la de los numerosos inquilinos de un piso pequeño que, para dormir, tenían que sacar cada noche al descansillo los muebles del salón. O la del ‘belén’ –nunca mejor dicho– que se montó porque a unos vecinos no les parecía nada bien que pusieran un nacimiento en el portal de una comunidad laica. «El ruido es el motivo más frecuente de los conflictos, lo que más trabajo da», explica Alberto Ruiz-Capillas, presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Cantabria. «Es hasta una forma de atacarse cuando te llevas mal con alguien». La tele muy alta, la música muy tarde… En una urbanización de Camargo se llegaron a fijar hasta 6.000 euros de indemnización y famosos fueron los 4.500 euros que unos padres tuvieron que pagar a los vecinos por soportar los ensayos de piano de su chaval. Ruidos y asuntos vinculados a ellos. «Las actividades de los niños o los casos de perros que dejan solos mucho tiempo y se pasan horas ladrando o llorando». Ruiz-Capillas repasa la tipología. Los motivos de los enfados más recurrentes. «Los que tienen hijos de edades que rondan los 18 están acostumbrados a oír eso de que se van ‘al local’». Ese ‘local’ es, en realidad, un garaje o trastero que sirve para la fiesta o el botellón de turno, más o menos ruidoso y más o menos respetuoso con la comunidad. Discusiones ‘de moda’. O curiosas, como los problemas con las granjas caseras. Sí, granjas. «Gente que pasa de una vivienda unifamiliar en un pueblo a una casa en una urbanización con una parcelita y coloca allí conejos, gallinas…». Su recomendación –además de contar siempre con un administrador de fincas colegiado– es fijar ese tipo de cuestiones en la primera reunión de la comunidad. Dejarlo claro antes de que se presente un conflicto. Y sigue con el relato. Entre los motivos repetidos siempre aparece el aparcamiento. «Es de difícil solución». Es habitual que en los adosados el garaje se transforme en una habitación más de la casa y se aparque en los viales interiores de una urbanización. Y no caben todos… Lío al canto. El experto señala que el tiempo ha traído soluciones a algunos de los asuntos clásicos. Los detectores de presencia, por ejemplo, han terminado con las broncas en plena escalera por las luces encendidas. Que si tú la dejas toda la noche, que si gasta mucho, que si no se apaga… La tecnología ayuda y eso es clave también –con cámaras, en este caso– en aspectos como la prevención de actos vandálicos, los desperfectos en los portales… «Se han suavizado muchos conflictos gracias a los avances tecnológicos». O a la propia concienciación, «que ha rebajado en gran medida los problemas con el cuidado de los animales, la recogida de los excrementos…». Avances tecnológicos, sociales y legales. El ‘que venda el piso y se compre un bajo en otra parte’ ante un vecino con discapacidad que demandaba obras para garantizar la accesibilidad en el edificio ha pasado a mejor vida. «La obra es obligatoria. Hay que tener en cuenta que las comunidades de vecinos son la democracia en estado puro, la Grecia clásica. Pero ahora en estos temas ya no llegas para preguntar si quieren o no hacer la obra, vas a ver en cuántos plazos se paga».

Las sentencias

Es justo la legislación el clavo al que agarrarse ante situaciones desesperadas –el caso de Cisneros, por ejemplo–. Ante infiernos que dinamitan la convivencia. Artículo 7.2, Ley de Propiedad Horizontal. Acción de Cesación. «Es un procedimiento bastante desconocido, pero muy ejecutivo». Requiere sus plazos y su tiempo –viene a tardar un año–, pero en Cantabria ya se han firmado, al menos, tres sentencias. Al 57 de la calle Castilla, la Policía Local llegó a acudir 66 veces. Siete años sin poder dormir. Golpes en los tabiques, insultos a gritos por las ventanas de noche… El juez ordenó en 2012 el desalojo de una madre y sus dos hijos del piso en el que vivían. La decisión coincidió con el desahucio por no pagar la hipoteca y los tres individuos se marcharon en un taxi horas antes de que les echaran. El caso más sonado, en todo caso –y acorde a la acción de cesación–, fue el de Castro. El asunto llegó a la Audiencia Provincial. A una vecina le quemó las plantas con lejía, a muchos les pinchó las ruedas de los coches, a todos les hizo soportar olores «pútridos»… «Yo recomiendo siempre llamar a la Policía. Todas las veces que haga falta porque eso da lugar a un informe y todos esos informes tienen mucho peso durante el proceso. Lo mismo que las reclamaciones a los seguros, los partes», explica Rut García, que llevó el caso y que pidió, junto a la demanda, medidas cautelares urgentes para acelerar la solución. Lo más reciente –en junio de este año– son los nueve meses sin derecho a utilizar su vivienda para unos hosteleros asiáticos al responsabilizarles de las «conductas antisociales» de sus inquilinos. Quedarse allí era, en realidad, un pago en especie para los empleados de su negocio. Un «piso patera».

Conflictos más frecuentes

El ruido es el que provoca más problemas. El Colegio de Administradores de Fincas elabora un ‘catálogo’ de conflictos.

En edificios

El ruido (televisión, música, movimiento de muebles…) en todas sus formas (actividades de los niños, animales…). La luz del portal, las ventanas de la escalera… A esto se suman los conflictos ante obras de accesibilidad o ascensores y los que se generan por el botellón/fiestas en pisos y por bajos destinados a locales de ocio.

En urbanizaciones

Granjas en el jardín, aparcamientos en viales, animales de compañía y barbacoas son los focos más habituales.

En garajes

Garajes y trasteros como locales para el botellón, usos como talleres o instalación de arcones y los problemas con las plazas de aparcamiento.

Comunidades en general

Morosidad en los pagos, ocupación de pisos vacíos y horarios de las reuniones.

Qué se puede hacer, paso a paso

En casos extremos se puede recurrir a la Acción de cesación de actividades molestas, insalubres, nocivas y prohibidas en los estatutos. Puede acarrear, incluso, la prohibición del uso del inmueble a su propietario por un periodo de tiempo.

Acuerdo en la Junta

El primer paso. Llegar a un acuerdo en Junta de la comunidad (el punto debe estar incluido en el orden del día).

Notificación

Será necesario requerir de forma fehaciente al vecino (propietario/inquilino) para que cese en las actividades.

Esperar un mes

Periodo para comprobar si han cesado o no las actividades.

Reclamación judicial

Se presenta ante el Juzgado una reclamación, que debe dotarse de las pruebas para demostrar que persisten las actividades (mediciones de ruidos, fotos y vídeos, atestados o denuncias presentadas, presupuestos de reparaciones…). Fuente: eldiariomontanes.es Autor: Álvaro Machín

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