Gema, la propietaria del 5º B, la «amante» de los perros y de las situaciones rocambolescas, nos ha dejado. No teman. No para siempre. Ha conseguido colocar su vivienda, que tenía puesta en venta desde hace tres meses, y se ha ido a vivir a un chalé, donde no hay ascensores ni canes.

La primera en enterarse de su fuga, pues no avisó ni al apuntador, apodo que ha puesto a Mariano, el presidente, fue Paquita. Normalmente, es difícil que algún vecino no se entere de una mudanza, más que nada por lo aparatosas que son, pero Gema lo ha conseguido y de qué forma.

Y cómo no, Paquita ha dado buena cuenta de los planes y el operativo que con éxito ha llevado a cabo su ya ex vecina, y que a estas alturas no hace falta que digamos que no le caía en gracia. Ha avisado al apuntador, a sus compañeros de escalera, a Gregorio, el administrador, y hasta a los vecinos del barrio. Cualquier bando hubiese sido menos efectivo.

Pero Gema, con su actitud sibilina, omitió, ya sea voluntaria o involuntariamente, un detalle muy importante. Un detalle que Paquita se ha encargado de pregonar y que no es otro que comunicar a la comunidad que había vendido su piso.

«Aunque a priori puede parecer una obviedad, pocas personas saben que el propietario está obligado a informar de la venta de su vivienda a quien ejerza de secretario de la comunidad», subrayó el administrador al enterarse de este asunto. La cuestión no es baladí. A los hechos nos remitimos. De no realizarse esta mera comunicación, «la Ley de Propiedad Horizontal establece que Gema, como propietaria que todavía es del piso, seguirá respondiendo de las deudas con la comunidad devengadas con posterioridad a la transmisión con el nuevo titular». Todo ello sin perjuicio de su derecho a repercutir las cuotas sobre este último.

Ahora bien, Gregorio matizó que «si cualquiera de los órganos de gobierno de la comunidad (el presidente Mariano, los vicepresidentes, el secretario o yo mismo) han tenido conocimiento del cambio de titularidad por cualquier otro medio o por actos realizados por el nuevo propietario, resultando notoria dicha transmisión, las consecuencias anteriormente citadas no tendrían efecto alguno». Incluso el cotilleo de Paquita, visto así, puede servir de prueba. ¡Quién lo diría!

«Pero, ¿qué puede llevar a una persona a no notificar el cambio de titularidad del piso?», se mostró contrariada Paquita. «Aunque no es lo más común, muchas veces para ahorrarse los costes del notario, no se notifica el cambio ni se procede a la modificación de la inscripción en el Registro. No olvidemos que el sistema registral no exige, aunque sí es conveniente, que el contrato de compraventa se inscriba en el Registro de la Propiedad y se eleve a Escritura Pública», le informó el administrador. Una venta que a la larga puede resultar muy cara.

Fuente: elmundo.es (Historias de una escalera)

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